miércoles, 3 de julio de 2013

Como decíamos ayer........

 Al igual que Fray Luis de León, a su regreso a la cátedra de Salamanca tras años de ausencia debido a la Santa Inquisición, hacia célebre la frase "como decíamos ayer.....", hoy, que he tenido el enorme placer de compartir con un viejo amigo, aquejado de una terrible enfermedad que ojala tarde mucho en arrebatárnoslo, una jornada maravillosa después de muchos años de no vernos, hemos comenzado nuestra conversación, después de un efusivo abrazo y dos reconfortantes besos, con un emotivo "como decíamos ayer", con el que hemos querido olvidar todo el tiempo que hemos estado el uno sin saber del otro.  Y es que eso hoy no era importante. Había que aprovechar el poco tiempo que ambos habíamos "robado", literalmente, a nuestras familias y ponernos al corriente de todo cuanto acontecía en nuestras alejadas vidas.
 Es muy difícil plasmar en un papel, con un puñado de palabras, la emoción que he sentido al reencontrarme con mi amigo. Durante el tiempo que he tardado en llegar al lugar donde reside actualmente, he tratado, mentalmente, de imaginarme aspectos de su vida cotidiana, intrascendentes para muchos, pero importantes para una mente inquieta como la mía. Quería recorrer el tiempo que habíamos estado separados de una manera rapidísima y ansiaba, con entusiasmo, el momento de dibujar una amplia sonrisa en nuestras caras, signo inequívoco de una amistad que perdura. Cosquilleo en el estómago, nervios a flor de piel, aumentos de los latidos de un corazón acostumbrado a esfuerzos atléticos, síntomas más propios de unos jóvenes enamorados que de unos amigos a los que sus propias vidas los había separado irremediablemente. 
 Durante las pocas horas que hemos estado juntos he percibido que el mundo se detenía a esperarnos. Nada, ni nadie, podía romper el encanto de estar frente a frente. Nada, ni nadie, podía robarnos ni un segundo de nuestro tiempo. Nada, ni nadie, podía difuminar el placer de estar juntos. Nada, ni nadie, ha osado interrumpir nuestra charla. Por un momento todo lo que nos rodeaba ha dejado de tener importancia y tan sólo, él y yo, hemos tenido el protagonismo que los dos ansiábamos. Hemos hablado de todo y de todos. Nos hemos mirado a la cara, frente a frente. Hemos compartido sonrisas. He sentido sus pupilas en las mías. Hemos recordado momentos muy emotivos y otros no tanto. Hemos recorrido cada una de nuestras vidas y nos hemos "desnudado" mutuamente, como quien se desprende de la ropa delante de la persona que uno más quiere. 
 Pero, como casi todo en esta vida es efímero, pasajero, ha llegado el momento del adiós. No un hasta luego cercano, sino un adiós atemporal, duro, lejano, imposible. Ninguno quería que acabara nuestro día y buscábamos escusas para alargar lo que se dibujaba como una dolorosa despedida. Hacia mucho tiempo que no estábamos juntos, frente a frente y sabíamos que pasará, seguramente, mucho tiempo antes de que volvamos a vernos, de nuevo. Pasará mucho tiempo hasta que volvamos a mirarnos con la dulzura con la que hoy lo hemos hecho. Nuestras vidas están tan lejanas, tan dispersas, que no hemos sido capaces de ver la forma de acercarnos. 
 He sentido, querido amigo, la locura de cogerte de la mano, llevarte junto a la playa que imaginaba en el horizonte, descalzarte, remangarte el pantalón y pasear por la orilla, sintiendo como las olas golpeaban nuestros desnudos tobillos. He sentido, querido amigo, la locura de arrebatarte de tu mundo y desaparecer contigo. He sentido, querido amigo, la locura de retar a la vida y apostar por ti. He sentido, querido amigo, la locura de buscar un lugar donde poder compartir contigo todo lo que la vida no nos permite, aquí y ahora. He sentido, querido amigo, la locura de saber que un día nuestras vidas se cruzarán nuevamente y entonces, sólo entonces, mis manos no dejarán que se suelten las tuyas.
 Y cuando ese día llegue, recuerda, querido amigo, que empezaremos nuestra charla, como hoy, diciendo aquello de "como decíamos ayer.......".

viernes, 31 de mayo de 2013

Mi infancia más querida.

 Cuando todo parece teñirse de negro, cuando a uno le envuelve la más absoluta obscuridad, cuando todos los frentes parecen cerrarse, cuando no ves salida por ningún sitio, cuando cierras los ojos y te gustaría no abrirlos más, cuando ni desaparecer es ya una solución convincente, cuando ni las lagrimas curan la desazón de tu dolor,  encuentras en el espacio una luz tenue y suave, lejana, que te indica que sigues estando vivo. 
 Y al mirar esa luz de la que no puedes despegarte, descubres, sonriente, una época nunca olvidada, ciertos aromas de flores asilvestradas, una voz indefinida, unas manos temblorosas, unos ojos agrietados, una sonrisa delatadora, unos labios deseosos, un corazón enamorado. 
 Y cuando tratas de acercarte, nervioso y dubitativo, a esa luz, maravillosa, descubres que no ha transcurrido una  eternidad, tan sólo el pequeño instante de cerrar los párpados para besar, torpemente, esos labios afrutados.
 Y entonces, sólo entonces, descubres que la luz no es más que ese sentimiento de amor platónico que perdura eternamente.
 Y entonces, sólo entonces, descubres que la luz eres tu, mi infancia más querida.

jueves, 23 de mayo de 2013

El bombo de la Vida

     Anteayer me sometí a una pequeña intervención quirúrgica. Microcirugía Endolaríngea, creo que la llaman. Tratan de averiguar qué está produciendo esta afonía que me acompaña desde hace más de nueve semanas, porque con las cámaras que a uno le introducen por la nariz, han visto que hay dos pequeñas heridas, simétricas, que no catalogan de forma segura. A mi amigo Paco, el Otorrino, le tranquilizaba ver que había dos, pero a mí, que quieren que les diga, no me ha llegado a tranquilizar, al revés, pensaba que dos eran peor que una, será porque no tengo ni idea del tema. Pues bien, como decía, le duermen a uno enterito, todo lo grande que es y pierde toda noción del tiempo y del espacio. Una vez que el bueno de Nelson, el Anestesista, me introdujo en la vía un líquido milagroso y mientras Carmen me preparaba, me sumergí en un profundo sueño del que no regresé hasta pasado un buen rato. No sabría decirles cuánto. Y según me contó Paco, que se acercó luego a la cabecera de la cama número tres de la CMA, donde me habían ubicado Concha y Mari Luz, había limpiado completamente una de las cuerdas vocales inferiores, la derecha, porque por lo visto tenemos cuatro, dos inferiores, donde se articula la voz y dos superiores y de la otra inferior, la izquierda, había tomado una muestra para analizarla en Anatomía Patológica. Que el aspecto era bueno, pero .... Y te lo dicen como si fuera tan normal. !Joder!, te duermen un rato y te encuentras que estas pendiente que los Patólogos, Manolo y compañía, te digan si la herida que tienes es benigna o maligna, que si lo que han extraído es un papiloma de cuerdas vocales, que si estoy pendiente de extraer una bola del bombo de la Vida, del que un día mi gran amigo Miguel, el Internista, me comentaba cómo éramos agraciados a contraer cáncer, para entendernos. Pero oiga, que yo solo tenía una leve afonía, nada más.
      Y ahora tú tienes que mostrar la suficiente entereza como para asumir lo que te están transmitiendo y además hacerte, literalmente, el sueco, para que nadie comprenda que estas acojonado, permítanme la expresión, aunque lo estés. Realmente no sabes si tus familiares más directos, mi mujer en este caso, ya sabe que tienes un cáncer de laringe y disimula como si fuera la actriz más laureada de los Oscar, o si nadie quiere decirte la verdad por aquello que tiempo habrá para dar malas noticias, o si, realmente, nadie sabe nada como todos afirman. Mientras tanto, no te preocupes que verás como no es nada, no pienses ahora en eso, lo que sea será, hay que ser positivo, todo tiene cura, etc. Frases que deberían darte ánimo y lo único  que hacen es hundirte más en la miseria. Tan mala suerte iba yo a tener para sacar una bola negra del bombo de la Vida. Papiloma, me suena a la vacuna que se le pone a las adolescentes. Y buscas en Internet. Acudes al sabio de Google y pones "papiloma de cuerdas vocales". Y la acabas de cagar. Te habla de sexo oral, de posible derivación en cáncer laríngeo, de quimioterapia, incluso tienes imágenes en Youtube muy parecidas a las que Paco me enseñó mientras tenía yo metida la camarita en la fosa izquierda de mi apreciada napia. Y ahí estaban mis dos heriditas, simétricas, que ahora resulta que pueden ser papilomas. Y todo esto en tres días, como quien dice, porque al ser de la Casa, todo se ha hecho rapidísimo.
      Lo cierto y verdadero, es que son las tres y veinte de la mañana del Jueves, 23 de Mayo de 2013, día en el que me informarán, extraoficialmente, de qué es lo que tengo en mis cuerdas vocales. Yo que nunca he sido un jugador aficionado a los juegos del azar, salvo al cupón de la ONCE de los viernes y el décimo de la Lotería del Niño que compro en mi pueblo, Andorra, si, la de Teruel, por aquello que una vez tocó allí, me encuentro que estoy pendiente de extraer una bola del bombo de la Vida. No se sí será blanca o negra, pero vaya espera más desesperante, valga el juego de palabras. Por un lado quieres  pensar que es imposible, pero por otro piensas que por qué iba a serlo; por otro, cierras los ojos y te ves con la  traqueotomía hecha, que no se sí tan siquiera si hablamos de lo mismo y te viene a la memoria María, una celadora del Hospital a la que se la hicieron y que era, o es, Presidenta de la Asociación de Laringectomizados de Extremadura. Y es que la imaginación es libre y rapidísima. Y yo puedo engañar a las personas que me rodean, pero no puedo engañarme a mí mismo cuando trato de plasmar lo que siento en estos momentos. Y me viene a la cabeza mi gran amigo Simón, de Calamonte, a quién el cáncer pensó que podría arrebatárnoslo y resulta que con varios tipos, sigue luchando por vivir, y vive. Curiosidades de la vida, me acaba de llegar su solicitud de amistad en Facebook, que por supuesto acepto con enorme agrado. Y me vienen a la memoria, Osorio y Paquito Martínez, que ya no están entre nosotros. Mi "tito" Juan, el chino, y su elegante, donde las hubiera, hija Manoli. La que sería hoy mi suegra, Vito y la que fue, también, mi suegra, la señora Manuela. Nuri y mi queridísimo Felipe, el tio Mariano, mi vecino de toda la vida,.........Tantas y tantas personas a las que el bombo les otorgó una bola negra. En el otro extremo, afortunadamente, bastante personas que recogieron su bola blanca, pero quizás, sólo quizás, hoy están éstas más diluidas, más distantes, más lejanas. Me siento más cerca de las bolas negras y quisiera yo equivocarme, pero ..........
 








miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuento Infantil



 
 
 

Mérida, 16 de Mayo de 2012

 
                Y el pequeño oso azul, cuyo parecido con el pequeño Sacul era, a juicio de su madre motivo de mofa al vestirlo por la mañana, se movió despacio, muy despacio, como si no quisiera que nadie en la casa supiera que era capaz de moverse por sí solo.  Abrió los ojitos y comprobó que todo estaba oscuro, por lo que dedujo que era de noche. O quizás las malditas persianas estaban otra vez bajadas y no entraba suficiente luz. Movió su cabecita hacia la derecha y observó que tampoco había ningún rastro de luz entrando por donde debería estar la puerta.

-Es la hora – pensó para sí.

                Cogiendo sus manitas a la cadena que sustentaba uno de los chupetes del pequeño, empezó a descender por ella hasta que fue capaz de apoyar el piedecito encima del cambiador. Ya había dejado atrás la estantería donde descansaba la mayor parte del día y donde permanecían, sin moverse, el resto de los muñecos que adornaban una parte de aquella entrañable estancia, la habitación del peque.  Una vez que fue capaz de acomodarse a la oscuridad que lo envolvía todo, empezó a ver las siluetas de las cosas que le rodeaban; la puerta de la habitación, la cama, el armario, las estanterías y la mecedora podían imaginarse gracias a la suave claridad que envolvía la estancia y que provenía del ventanal del rellano que le separaba de la habitación donde, plácidamente, descansaba su pequeño amiguito.

Ahora venía el tramo difícil puesto que tenía que saltar sobre la mecedora de IKEA. Respiró hondo, muy hondo. Cogió la necesaria carrerilla para salvar la distancia que le separaba y cayó encima del cojín colocado estratégicamente.  Volvió a respirar hondo. Como si de un tobogán se tratase, descendió por una de las patas de la mecedora y se encontró, de pronto sobre la tarima de madera.

                Cada noche, prácticamente a la misma hora, se repetía el ritual. Esperaba pensativo, sentado en el suelo, un ratito hasta que comprobaba que nadie había notado que estaba “despierto”. Todo seguía inmerso en la calma de la noche. El silencio era tan profundo que no lo interrumpía nada, ni nadie.  Se incorporó despacio, muy despacio hasta que fue capaz de apoyar sus dos patitas en el suelo.  Se dirigió hacia la puerta. Atravesó el umbral y se encontró en el rellano. De frente, la habitación donde debía ir.  La puerta entreabierta permitía entrar sin necesidad de moverla, lo que seguramente le hubiera descubierto alguna vez. Sorteó la hoja de la puerta a la derecha y la cómoda situada a la izquierda y se encontró en medio de la gran habitación.  El respirar fuerte, casi ronco, del padre de Sacul le asustó como cada noche.  No era capaz de acostumbrarse.  Aquí siempre hacía otra pequeña parada para comprobar que nadie había intuido su presencia.  Bordeó la cama, dejándola a su derecha y se encontró junto a la pata trasera derecha de la gran cuna blanca.  Con la habilidad que le permitía su pequeño tamaño, escaló la pata sin dificultad y se sentó sobre el edredón que cubría la cama.  Podía adivinar el bulto del cuerpo del pequeño.  Una sonrisa cómplice apareció en su carita.  Estaba, otra vez, allí, como cada noche.

                Gateó, como cuando un niño empieza a dar sus primeros pasitos, con el culillo en pompa, sorteando el cuerpo del niñito, para no despertarlo.  Bordeó la mantita con forma de perrito, la estrella naranja e incluso el rulito redondito, cosido por la tita Airam, para que no pudiera darse la vuelta mientras dormía.  Ya podía escuchar la respiración del pequeño y su corazón empezó a acelerarse al estar tan cerca.  Con mucha suavidad intentó introducirse debajo del edredón, pero algo inquietó a Sacul que se movió y emitió un suspiro profundo que no llegó a ser llanto.  Sabía que en poquísimo tiempo aparecería la mano de la madre buscando el chupe para tranquilizar al peque.  No podía perder tiempo y se apresuró a zambullirse entre las sabanitas.  Justo en el momento en que se acurrucó, la mano, movida por el cerebro dormido de la mama, buscó a oscuras el chupe y lo introdujo, magistralmente, en la boca del pequeño.  Se movió éste, justo para tranquilizar a la madre que continuaba con su descanso, despreocupada de aquel pequeño ser que usurpaba la cuna.  Mientras tanto, el padre, ajeno a cualquier movimiento, repasaba mentalmente, una y mil veces, la película de su vida.

                Introdujo su manita entre la de su amiguito y el pijama azul que llevaba esta noche.  Acercó su cabeza al pechito.  Sintió el palpitar tranquilo de su corazón y sus pulsaciones se sincronizaron. Cerró sus ojitos y se durmió, acurrucado, tranquilo, calentito y sobre todo, feliz.

                La música del despertador del móvil del padre de Sacul, comenzó a destruir el silencio.  Sabía que en pocos minutos el padre se metería en el cuarto de baño para ducharse, como cada mañana.  Era la señal para volver a su sitio en la estantería.  Cuando el padre saliera de la ducha, encendería la luz, buscaría con la mirada la cuna y se acercaría a susurrar al oído de su peque “SACUL cariño, llegó la hora del reloj Certina”.  Luego le daría un sonoro beso que obligaría a su madre a levantarse rápido de la cama diciendo, como cada mañana “Que tarde, que tarde, cada día nos levantamos más tarde.  Todos los días llego tarde al trabajo”.

                Pero para entonces, el pequeño oso azul estaría camino de la habitación donde luego vestirían a Sacul y nadie se habría percatado que, otra noche más, ambos habrían dormido juntos.

                Sin embargo aquella mañana la mamá y el papá de Sacul, le cantaron juntos “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz”

                Porque era su primer cumpleaños en familia.

                Y el pequeño oso azul sonrió justo cuando cerraba sus ojitos en la estantería donde pasaba la mayor parte del día.
 
 
 
 

 

jueves, 25 de abril de 2013

Aragonés, de pura cepa

  Cuando todavía me pregunto por qué no he sacado el tiempo suficiente para escribir algo sobre el proceso de Independencia Catalana, encabezado por el obstinado Arturo (Artur en catalán) y seguido por una increíble masa de ciudadanos catalanes, recibo, perplejo, vía Facebook infinidad de información sobre el día de San Jorge, festivo en Aragón al ser su Patrón, en la que incluso, algunos, lo identifican con el Día Nacional de Aragón (23 d´abril Dia Nazional d´Aragón) y ya entonces es cuando a uno empieza a hervírsele la sangre. 
 
   Entiendo que pueda haber gente que necesite identificarse con un movimiento regionalista, que no nacionalista, para cubrir sus expectativas políticas, pero igualmente, muchos no lo necesitamos porque entendemos, y defendemos, que la Nación que nos aglutina es una, España, y no hablo de aquello de una, grande y libre, ni mucho menos, los que me conocen bien, saben que todo lo contrario.  Pero no sé si coincidirán conmigo en que no puede ser que me sienta un ciudadano de Segunda Clase, simplemente porque no entienda cómo se puede pedir la Independencia de un puñado de tierra o porque no comprenda cómo se pretende dialogar con una lengua que no entiende casi nadie.  Porque, además, es que no quiero que mis hijos sean educados en ese dialecto, ni tampoco que en las Instituciones Oficiales sea obligatorio el uso de ese idioma, ni tan siquiera que al dirigirse a mí la cajera del super, las personas que me acompañan de otros lugares del mimo Estado, no entiendan que me está dando, amablemente, los buenos días en otra lengua. No sé si es una lengua, un dialecto o un idioma, reconozco mi ignorancia en el tema y no lo digo con orgullo, es que simplemente me la "repampumfla", permítanme la expresión. Estoy orgulloso de ser Español y de hablar en Castellano y no tengo ninguna necesidad de hablar de otra forma, ni por supuesto de exigir que todos hablen como yo predico. Y no por eso dejo de ser Aragonés o lo soy en menor cuantía.

     Un día, como tantos, cayó en mis manos un texto en el que se decía que "Creer que ser ateo te hace inteligente e interesante, es como creer que ser religioso te hace buena persona".  Hoy me permito el lujo de apuntar una variante al afirmar que creer que hablar Fabla te hace de izquierdas, es tan absurdo como creer que por hablar Castellano eres de derechas, porque ya decía Ortega y Gasset que "ser de izquierdas es como ser de derechas, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejía moral".

     No comparto, por supuesto, ese afán de dividirlo todo en partes más pequeñas, porque además, diariamente, se está demostrando la ineficiencia de las Autonomías, gérmenes de la disgregación, que tanto bien nos iban a traer y cuyos resultados estamos pagando irremediablemente.  Buscamos raíces profundas que nos permitan subdividirnos y buceamos en nuestro pasado tratando de encontrar aquello que un día nos diferenció. Y lejos de comprender nuestros propios errores, seguimos invirtiendo en hallar aquello que nos hace únicos e irrepetibles. Quizás el haber vivido en tantos sitios geográficamente tan dispares y de haber compartido momentos inigualables con gentes de toda España, me haya fraguado la mentalidad universalista que tengo. Y me niego a circunscribirme en un lugar determinado. Soy Aragonés, de pura cepa, ExtreMaño de adopción al acogerme en Extremadura con el cariño con el que lo han hecho, Español por los cuatro costados y sobre todo, ciudadano, como decía aquél, de un lugar llamado MUNDO.



    
 

viernes, 12 de abril de 2013

Un Problema Heredado

"Es un problema heredado".

            Y todo el mundo tiene la razón con esta simple frase.

El alcalde actual de Campanario, del PSOE, la afirma, con razón, para justificar que es algo que él ha heredado y que la anterior edil, del PP, no solucionó. Además indica que la solución está en el Gobierno de Extremadura, del PP, e imagino que así será.


Agua del grifo y agua embotellada
 El Presidente del Gobierno de Extremadura, del PP, dirá que es un problema que él ha heredado del anterior Presidente de la Junta de Extremadura, del PSOE, y que no solucionó. Además, me lo invento, podrá escudarse en decir que la solución está en la Unión Europea.
Y la distancia entre el ciudadano y la solución al problema se aleja.

Los habitantes de la Pedanía de La Guarda, año tras año, descubren que con las lluvias, cambia el  color del agua que sale por sus grifos.  Y con el PP recibían una botella de agua de litro y medio por día y vecino. Ahora, con el PSOE, reciben dos garrafas de cinco litros, no treinta litros como se indica en las informaciones publicadas, por fin de semana y casa, independientemente del número de personas que la habiten.  El alcalde trasladará al Presidente del Gobierno de Extremadura las quejas de los vecinos, porque haberlas, haylas. Y éste, a la Unidad Administrativa X de la Unión Europea. Y entonces, si ya en el Gobierno de Extremadura se preguntan ¿La Guarda, donde está La Guarda?, imagínense lo qué preguntaran los Europeos.
            Y mientras tanto, mientras la solución al problema pasa de mesa en mesa, y de despacho en despacho, y de PSOE a PP, y de PP a PSOE y tiro porque me toca, los vecinos de La Pedanía de La Guarda beben agua embotellada y se asean con agua anaranjada.  Eso sí, además tienen que aguantar lindeces de algún empleado de la Empresa adjudicataria del servicio de aguas, tales como que no se quejen mucho porque antes bebían agua del arroyo.  Suerte que son gentes amables, condescendientes y prudentes dónde las haya, porque lo más sensato hubiera sido contestarle, al insensato en cuestión, que antes era gratis y ahora siguen pagando, religiosamente, su recibo de agua como si el servicio fuera eficiente. Quizás, solo quizás, habría que plantearse dejar de pagarlo para que todo se solucionara con más celeridad.

            Y saben lo más triste. Que al año que viene, porque éste tampoco se solucionará el problema, cuando vuelvan las lluvias, se plantearán las mismas interrogantes, no sé si en el mismo sentido Político o al revés.  Es indiferente.

Y saben lo más triste. Que seguirá siendo un problema heredado y que todos, una vez más, tendrán la razón.

domingo, 7 de abril de 2013

ITV

     Comentaba yo el otro día en Twitter (@albino1965), a modo de coña, que quizás no sería mala idea someter a nuestros políticos regularmente a un Inspección Técnica, al igual que hacemos con los vehículos que sobrepasan los cuatro años.  Y lo que empezó siendo una pequeña comparación, ha terminado como entrada en este humilde blog. ¡Lo que son las cosas!.
      Marcamos  el mismo periodo de validez, cuatro años, por aquello que ambos, los dos, vehículos y políticos, son "herramientas", que estando a nuestra disposición, sufren un deterioro notorio con el paso del tiempo.  Los primeros porque el uso al que les sometemos nos obliga a dudar de su eficacia, mientras que los segundos, con su periplo, pierden la humildad con la que, supuestamente, partieron. No todos los vehículos pierden cualidades pasados este tiempo, al igual que no todos los políticos, afortunadamente, ven mermados sus principios. Lo importante sería  saber que pasado un periodo, ambos, deberían someterse a una ITV. 
     Al igual que al vehículo le revisan los faros, la bocina, el limpiaparabrisas y las luces, a los políticos deberíamos revisarles los niveles de confianza, de credibilidad, de acercamiento, de honestidad, de ilusión, de servilismo y de carisma.  Al mismo tiempo que detectan anomalías en el sistema de frenado, deberíamos verificarles, a nuestros políticos, el estado de integración, de percepción, de sintonía con el mundo que nos rodea a los demás mortales. Exactamente igual que nos exigen que el estado de la dirección esté perfecto, deberíamos exigirles su disponibilidad para con nosotros, los mortales y con los problemas que nos ahogan, nunca mejor dicho, ahora que el Guadiana amenaza con engullir a mi querida Emerita Augusta. Y por último, al igual que revisan desde el fondo del foso, los bajos de nuestro vehículo, deberíamos recordarles, a nuestros políticos, que su flamente honestidad debería mantenerlos lejos de los bajos fondos.
     Una vez concluida la Inspección , su dictamen será concluyente para determinar que, o bien debemos reparar nuestro vehículo y revisar sus expectativas, o bien debemos sustituirlo por otro en mejores condiciones y llevar a cabo la regeneración política que yo tanto ansío.
 

martes, 26 de marzo de 2013

Tributo


     En estos momentos en los que todo el mundo recuerda las bondades de mi madre, reconfortando, indiscutiblemente, su irreparable pérdida, quisiera yo acordarme de mi padre, esa figura, quizás, un tanto olvidada y que merece toda mi admiración, respeto y consideración, no sólo por lo que ha representado, y representa, en mi vida, si no por cómo ha cuidado de su inseparable compañera.

     Habría que empezar este pequeño tributo diciendo que ya en el año 1969, hace ya casi 45 años, a mi padre le dan la dolorosa noticia que se lleve a mi madre, enferma y recién operada, a Andorra, porque ya entonces se moría.  Aunque Albaceteño de nacimiento, de Nerpio para más señas, mi padre siempre se ha caracterizado por la tozudez que se le ha pegado de los aragoneses y lejos de aceptar con resignación su destino, llevó a mi madre de Zaragoza a Barcelona, donde se encuentran con una de las figuras claves  en sus vidas, el Dr. Llauradó, quién devuelve, milagrosamente, a mi madre a la vida. Sería esa la primera vez en la que se pone de manifiesto las enormes ganas de vivir con las que el matrimonio encaraba los problemas. Desgraciadamente, no sería la última, ya que siempre han estado "caminando" entre la vida y la muerte, entre la salud y la enfermedad. Empieza, en ese momento, una actitud ejemplar de mi padre respecto a la enfermedad de mi madre. Buscar su bienestar, se convierte en su objetivo principal. Y esta tarea, a la que se encomienda en cuerpo y alma, no la abandona hasta el mismo momento en que en la cabecera de la cama del Hospital de Alcañiz, cogiendo la mano derecha de mi madre con su mano izquierda, llora su marcha definitiva, como quien pierde los más querido, su propia vida.  Y este minúsculo intervalo, casi cuarenta y cinco años, ha sido una vida entregada por y para ella.
     En medio, miles de instantáneas, miles de anécdotas, miles de vivencias, miles de recuerdos que sería imposible plasmar en tan sólo unas líneas. Recuerdos como la foto enviada desde Asturias, en la que rezaba ese ya famoso eslogan "Para mi chati con cariño de éste, que la quiere" que tanto juego ha dado en las reuniones familiares. Sonrisas al recordar la respuesta de mi padre al preguntarle por la hora, "la que diga mi señora", como signo inequívoco que él vivía en la hora que más le apetecía a mi madre, anteponiéndola, sin duda, a sus propios deseos. Perplejidad al recordar cómo podíamos viajar toda la familia en aquel Seat Seiscientos, por supuesto sin aire acondicionado, casi todos los Domingos del Verano camino de Peñiscola, partiendo de Andorra con la fresca, playeando toda la mañana, comiendo bajo la sombra de los algarrobos, siesteando sobre la desgastada manta de rayas, merendando en la Virgen de la Balma y llegando al pueblo dormidos y listos para ir directamente a la cama. Estupor al recordar los bikinis de estampados florales que usaba mi madre en la playa, para que el sol curara el "mapa mundi" en que habían convertido los cirujanos su vientre. Interrogación hacia mi padre por hacernos comer aquel guiso incomestible de mi madre y nosotros buscando su complicidad y él, rebañando hasta el último bocado, ejemplo a seguir, por lo que no nos quedó más remedio que comerlo también, sólo que una vez concluida la faena, modoso donde los hubiera, le espetó a la cocinera: "Manuela, comer hoy nos lo hemos comido, pero por favor, que no se repita más".
     El carácter de mi madre eclipsó durante toda su vida a mi padre, quien asumió su "rol" de buen agrado. No era fácil ser el esposo de, cuando lo normal era ser la esposa de. Su vinculación casi política con Acción Católica y con el Movimiento, cuando eso era un terreno exclusivo de varones. Su emancipación profesional como peluquera junto a su hermana. Su participación activa en Caritas junto a su inseparable Aurelia Comín. Su empeño en aglutinar a las mujeres en lo que hoy es la Escuela Hogar, junto a sus amigas Aurelia, Rocio, MariLuz, Antonia, Agripina,.... Su vinculación con la Parroquia y cuantos Sacerdotes han pasado por Andorra. Su aportación a las Comisiones de Fiestas. Etc. Y en aquellos tiempos, en los que el hombre era la cabeza visible, mi padre supo pasar a un segundo plano y animar a mi madre a que participara activamente en todos los Proyectos en los que, de una u otra forma, se veía envuelta. Al unísono, éste compaginaba su trabajo como minero en La Innominada con otras actividades, en la Junta de San Macario junto con Enrique y Nuri, presidiendo con orgullo la Peña "El Cachirulo", e incluso siendo elegido concejal independiente en las filas de la disuelta UCD del Presidente Suarez, en las primeras elecciones democráticas, sin olvidar el montón de años que regentó aquella concurrida Gestoría, ubicada, paradójicamente, donde estuvo años atrás la Peluquería de mi madre. Participación en un sinfín de actividades que los convirtieron en personas muy conocidas y queridas, lo que a mí, como hijo suyo, me llena de satisfacción.
     "Hemos disfrutado muchos años de tu madre" fue la frase con la que sentenció, como buen Cañada que lo es, la andadura que acabábamos de vivir. Sus ojos todavía llenos de lágrimas, su voz temblorosa y su prestancia íntegra, como en él es habitual. Y con esa sencilla frase quería él agradecer al Dios en que tanto creía mi madre, o a los médicos que supieron conducirla por la vida, la posibilidad de haber disfrutado de ella durante todos estos años. Y no fue, se lo aseguro, un camino fácil para él. Hacía ya mucho tiempo que el carácter agradable y jovial de mi madre se había avinagrado de una forma perversa. Desde la muerte en Marzo de 2004 de su madre, mi abuela Agustina, entró en una terrible depresión que se la llevó de nuestro lado, incluso en vida, mucho antes que su corazón dejara de latir.  Pasó de ser agradable, comedida, participativa, extrovertida, fiestera, recatada y elegante a ser desagradable, disparatada, introvertida, malintencionada, descuidada, criticona, retorcida y malhumorada. Se encerró en su mundo de una forma inalcanzable para los que la rodeábamos. Y con el paso del tiempo, su eterno problema hepático, agudizó más su distanciamiento del mundo en el que ya no quería vivir. Tuvo también momentos de acercamiento, de nostalgia, de cariño, de sentimiento, pero fueron los menos. Una noche del mes de Enero, de las últimas veces que pude cuidarla, ya en el Hospital, cansada ella de tanto sufrimiento y de irradiar tanto desconsuelo a todos la que le quisimos con locura, rodeó mi cuello con sus manos y me susurró al oído: "Albino, hijo, yo ya no quiero seguir viviendo". Y en ese momento, supe que mi madre se moría. No sabía cuánto duraría, no quería aceptar yo la realidad, pero ella, luchadora donde las hubo, ya había arrojado la toalla, como si de un combate, se tratara. Y se fue despidiendo poco a poco, de todo y, sobre todo, de todos.
     Pese a todo, mi padre siempre estuvo a su lado, junto a ella, de una manera magistral. Seguro que estaba ya agotado, cansado, hundido, cabizbajo, pero nunca nadie podrá decir que le escuchó dirigir a mi madre una frase de desaliento, de reproche, de desconsideración o de insatisfacción. Recuerdo que cuando comprendí que mi madre se estaba alejando definitivamente de este mundo nuestro, mi padre estaba recostado adormilado en una silla de las que había en la habitación 309 del Hospital de Alcañiz. Tenía yo cogida la mano de mi madre y levantando la mirada de su amarillo rostro, le comenté a mi padre, con voz quebrosa casi aguardentosa, que se estaba muriendo, que si se quería despedir de ella se acercara a su lado, porque se estaba marchando. Con los problemas de movilidad propios de su edad, ochenta y un años, se incorporó lo más deprisa posible exclamando un "no me jodas" que no olvidaré jamás. Se abrazó a ella como  si quisiera impedir el desenlace fatal que se avecinaba y de sus ojos empezaron a brotar unas lágrimas tan espesas y tan puras que no abandonaban ni sus propias pestañas. La besó queriendo infundir en ese beso el resumen de toda una vida, como queriendo aglutinar en él todo lo que habían pasado juntos. Y en silencio, sin espasmos, sin sensación de dolor, nos abandonó.
      Cada vez que salía el hogar de mis padres con dirección a mi Mérida, mi madre derramaba unas lágrimas como lamento de la distancia que nos separaba. La última vez que partí de Andorra, mi madre ya había muerto. Aunque pensé que no vería llorar esta vez, me equivoqué. Allí estaban las lágrimas de mi padre para despedirme. No pudimos decirnos nada. Una vez más, al mirar por el retrovisor del coche, volví a sentir el mismo cosquilleo en mi estómago y volví a ver borroso el cartel que nos indicará que hemos llegado, la próxima vez, a nuestro destino.
 
     Ese fue la despedida que mi padre me dedicó, ese fue su tributo hacia ella y éste, el mío para él.

sábado, 9 de marzo de 2013

Despedida


Tu legado, mi vida.
Tu ilusión, mi guía.
Tu bondad, mi delirio.
Tu amor, mi consuelo.
Tu descanso, mi llanto.
Tu ausencia, mi despedida.

viernes, 18 de enero de 2013

Por TODO.


 Que una persona mayor, cumplidos los ochenta y cuatro años, te confiese que tiene miedo de la vida que le queda por vivir, puede llegar incluso a resultarme preocupante.
 Estos días la vida me ha brindado la oportunidad de compartir habitación con una persona buena, sencilla, humilde y silenciosa. Su mujer y mi madre "residen" en la misma habitación de este confortable hotelito en el que nos hemos instalado. Como los segundos se hacen minutos y éstos horas, lo que nos sobra es tiempo para charlar y yo aprovecho cualquier ocasión para entablar un agradable diálogo con él. Hemos hablado de casi todo; de la vida, de la muerte, de la juventud, de las personas mayores, de la salud, de la educación, de la justicia, incluso de la crisis y de la situación de España en la actualidad. Coincidimos en muchos puntos y en aquellos en los que discrepamos, Jaime, omite su opinión, por aquello de ser fiel a su personalidad pacífica. Es casi imposible discutir con él y cuando no le interesa mucho de lo que se habla, introduce sus trabajadas manos en los bolsillos de su pantalón, se evade y desaparece sin hacer tan apenas ruido. Así, comprenderán Vds., es dificilísimo verle acalorado, encendido o elevando su dulce voz más allá de su tono parsimonioso.
 Sus ojos transmiten tranquilidad, su deambular sosiego, su conversación paz.
 Que una persona mayor, Jaime, me confiese que tiene miedo de la vida que le queda por vivir, me preocupa. No se sí por insensatez, por preocupación, por carácter, por desconocimiento o por necesidad, le pregunté el por qué de esta revelación. Con la suavidad con la que habla, simplemente, me contestó que por TODO, Albino, por TODO. Y ya no supe qué decirle.


 Mañana a la mujer de Jaime le dan el alta, ya está curada. Como están solos en el mundo, han decidido que quieren ir a una Residencia de Ancianos, donde los cuiden. Este pequeño fragmento pretende ser un agradecimiento por su comportamiento, su amabilidad, su conversación y su dulzura.
Por TODO, Jaime, por TODO.

martes, 15 de enero de 2013

El encuentro con uno mismo


 Observo como mi madre repasa, mentalmente, aspectos de su vida e intuyo el desasosiego que la envuelve en ese sueño conciliador que debería acompañarla a estas horas de la noche.  Nadie recorre los pasillos del Hospital, todos descansan, o al menos eso parece y sin embargo no deja de entablar conversación consigo misma, quizás intentando encontrar el consuelo de quien necesita por fin sentirse bien interiormente.
 Acaricio su áspera mano tratando de consolarla y noto como no soy capaz de hacerlo. La penumbra de la tenue luz que pretende iluminar la estancia, no me impide verle el rostro en el que se dibuja un dolor impropio de alguien que debería estar descansando. Muecas de incomodidad por la acumulación de días en la cama de este pequeño Hospital de Alcañiz, en Teruel. Bronco respirar propio de pulmones dañados. Fatigoso aliento de enfermedad crónica que se acentúa con la edad. Balbuceos indescifrables de tormentosos episodios que sólo ella sabrá dónde, cuándo y porqué se produjeron.
 Si no supiera que es una Neumonía lo que la mantiene postrada, diría que está haciendo balance de su vida. Y si no supiera de sus dotes de luchadora, diría que se está despidiendo de nosotros, poco a poco, lentamente, sin prisa, pero sin pausa.
 Mañana despertará cansada, nerviosa, impaciente, intranquila, porque no habrá sido capaz de localizar en toda la noche, las palabras adecuadas para encontrarse con ella misma. Y esa tormentosa búsqueda solo hace que hundirla un poco más, si cabe. Y esperará impaciente a que la vida le brinde un día más para volver a intentar encontrarse, sin darse cuenta que se escapa por todos los minúsculos agujeros producidos, curiosamente, por las agujas con las que tratan de sanarla.

jueves, 3 de enero de 2013

Honestidad lejos de la tentación


 Qué fácil es defender la honestidad de uno cuando no se puede sentir cerca el calor de la tentación.
 Una de las personas más influyentes en mi vida, por no decir la que más, mi padre, un buen día compartió conmigo una pequeña frase, como en él es habitual, sin titubear, sin inmutarse, con aplomo, como no diciendo nada, que me acompaña todos los días: "Uno no sabe si es un ladrón, hasta que no tiene oportunidad de serlo".
 Al igual que nadie hubiera fallado la pena máxima que el futbolista acaba de errar, igual que nadie reconoce, públicamente, ver esos programas de televisión con unos índices de audiencia aplastantes y, curiosamente, la mayoría vemos los programas culturales de la segunda cadena de Televisión Española, todos alardeamos de una honestidad que pocas veces hemos visto peligrar.
 Mientras no estemos en disposición de delinquir, de adueñarnos de lo que no es nuestro, de favorecer con nuestras decisiones a aquellos que quizás no sean los más idóneos, de gastar el dinero de todos de una manera irresponsable, de enriquecernos de hoy para mañana, todos tenemos la certeza que nosotros somos unos tipos íntegros, honestos donde los haya, políticamente correctos (ahora que está tan de moda).
 La honestidad empieza a resquebrajarse cuando la tentación se acerca. Pese a alejarla hoy de nuestro lado, mañana estará más cerca si cabe, más apetecible, más tentadora. Y pasado mañana, mejor ni os cuento.
 Y entonces, sólo entonces, cuando uno vive diariamente con la tentación, es cuando sabe si es, o no, impoluto.