miércoles, 1 de julio de 2015

Naturismo

   Acompañado de mi azafata rusa, esa inseparable e incomparable mujer a la que sigo allí donde ella quiere llevarme, este fin de semana he descubierto el Nudismo, o como ellos prefieren llamarlo, el Naturismo, en una preciosa Playa Portuguesa.
 
   El Diccionario de La Real Academia Española define el nudismo como:
"nudismo. (Del lat. nūdus, desnudo, e -ismo). 1. m. Actitud o práctica de quienes sostienen que la desnudez completa es conveniente para un perfecto equilibrio físico e incluso moral. 2. m. Doctrina o teoría que lo propugna."
 
  Buscando un lugar donde vivir nuestra clandestinidad, os recuerdo que mi azafata no tiene permiso de residencia en nuestro País, alguien nos habló de las inconmensurables Playas de Portugal y la tranquilidad de sus maravillosos parajes. Aprovechando los fines de semana en los que el Hotelito en el que vivo sigue estando tremendamente vacío, con un par de bermudas vaqueras, dos cómodas camisetas y el bañador como equipaje, recogí a mi bella compañera en el Puerto de Huelva, donde acababa de atracar como tripulante de un Crucero  y nos encaminamos hacia la frontera natural que forma el Rio Guadiana en Ayamonte. Cruzamos el majestuoso puente y nos encontramos con el cartel que nos daba la bienvenida al Algarve Portugués.
 
  Una parada obligatoria para descansar en una típica Area de Servicio portuguesa, nos permitió escuchar la conversación de unos españoles que estaban sentados en una mesa junto a la nuestra. << "Hay una preciosa playa nudista en un pequeño pueblecito llamado Liberdade">>. Mirada cómplice, sonrisa ingenua de desconocimiento y una aprobación  de nuestro próximo destino. Sentados en los asientos del coche, manipulamos rápidamente el navegador e introdujimos el destino. Antes que su femenina voz nos indicara que ya había calculado la ruta,  ya estábamos en marcha.
 
  Cuando uno llega a una playa nudista sufre un tremendo enfrentamiento entre lo que siempre pensó que sentiría al encontrarse en esa situación y lo que experimenta en ese momento. De repente vienen a ti cientos de imágenes que aquí carecen de sentido.  Hombres desconocidos envueltos en toallas que tapan sus "desvergüenzas" mientras se cambian de bañador. Mujeres en incómodas posturas para abrocharse el sostén y darse la vuelta sobre la toalla sin que nadie sea capaz de descubrir ni un milímetro de sus pechos. Imaginativos pensamientos ante un tanga que no puede tapar cuanto pretende envolver. Reproches de esposas celosas ante las lujuriosas miradas de sus esposos a cuantos cuerpos femeninos caen en sus campos de visión. Intentos fallidos para que un minúsculo sujetador cubra un seno del calibre 95 letra C, de Cáceres....
 
 
  Aquí, todo ésto es impensable. Uno se muestra ante los demás, sin tapujos, sin vestimentas y sin nada tras lo que poder esconderse. Te aproximas, todavía vestido, al lugar que habéis elegido para instalar los bártulos, mirando con recelo cuanto te rodea. No es una playa nudista estricta, se mezclan nudistas y gentes vestidas, sin que haya una línea divisoria que los delimite. Curiosamente lo que más me llama la atención son los hombres, los de mi misma especie. Tratas de mirarlos sin que se te note, ¡¡claro!!, y sin que la preciosidad que llevas a tu lado se percate del destino de tus miradas. ¿Qué podría pensar?. Aunque alguno de las personas que allí se están tostando te hace sentir diminuto, increíblemente diminuto, la verdad es que también alguno de los "miembros" que ves te hacen sentir importante, masculinamente importante. Las que entran por las que salen. Me llama muchísimo la atención que son mayoría en la playa. Casi todos los desnudos son hombres. Y que un gran porcentaje de las mujeres que allí se encuentran no están completamente desnudas. Ahora le toca el turno a ellas. Y si antes tenía que disimular para que mi acompañante no me "pillara" mirando a mis congéneres, ni contaros si me coge evaluando los cuerpos de las mujeres "rivales". Nada como unas estupendas gafas de sol, desde luego. Un rápido vistazo para comprobar que, sin duda, mi azafata está en el escalafón más alto de la clasificación. ¡Faltaría más!. Me sorprende que hay un inesperado ambiente familiar, muy familiar. Jamás lo hubiera pensado. Siempre pensé que era un lugar reservado sólo para adultos.

  Tras el ritual de la "plantá" de la sombrilla, la colocación de las toallas sobre la fina arena y una vez despojados de las camisetas, viene el momento crítico por excelencia. <<"¿Nos desnudamos?">>, me pregunta mientras yo me encuentro ya con mi bañador a la altura de mis rodillas y la miro con cara de  <<¿"Cómo qué si nos desnudamos?">>. El angélico que todos llevamos dentro me empuja a que tire del bañador hacia arriba, mientras que ese diablillo, que tanto me gusta y que también vive dentro de mi, me susurra al oído <<"¡ahora no vayas a rajarte, cagón!>>". Y lo que parecía impensable se produce. Mi bañador se "reboza" de tierra porque entre uno y otro, entre el ángel y el demonio, me he quedado, literalmente, con el culo al aire. Un culo bastante blanco, por cierto. Un rápido y fugaz vistazo a mis alrededores para comprobar que nadie me está mirando. ¿Decepcionado?. Todos siguen con sus cosas. ¡Pero bueno!, que acabo de empelotarme. Tan sólo mi fiel compañera acompaña su mirada con una leve sonrisa que se dibuja en su rostro. << "¡¡Te has desnudado!!">>, a lo que le respondo << ¡¡Coño, para eso hemos "venio", ¿no?">>. Al menos a ella si le ha causado sensación que fuera capaz de desnudarme delante de toda esa gente desconocida por completo. Se despoja de la parte de arriba de su bikini y me invita a que me siente a su lado. A diferencia de los demás, seguro que asiduos visitantes del lugar, los dos nos ponemos a "chinchorrear". <<Fíjate que barriga tiene ese tío de la izquierda>>, <<pues anda que la mujer de la derecha, cómo no se cuidará más>>,<<mira que buen tipo tiene el moreno que juega a las palas con su hijo>>,<<es muy difícil ver a una mujer que no tenga celulitis>>,<<menudo artilugio tiene el tipo de la sombrilla azul marino>>,<<anda, la gente que pasea por la orilla están vestidos>>. Se nos nota demasiado que es la primera vez que venimos.

   Después del tiempo prudencial de adaptación al nuevo medio en el que nos encontrábamos, dejamos de meternos con los demás y empezamos a disfrutar de lo que la Naturaleza nos ofrecía. Nos tumbamos en la toalla, boca arriba, y dirigimos nuestras miradas hacia el cielo que nos envolvía. Nuestras manos se juntaron, nuestros dedos se entrelazaron y cerramos los ojos para disfrutar del placer de escuchar como las olas rompían en la orilla de la Playa. No se escuchaban apenas ruidos. Las conversaciones eran suaves, pausadas. El respeto por los demás era palpable. Incluso los niños que jugaban en la orilla, lo hacían con suma delicadeza. Casi había olvidado que estaba completamente desnudo. Y lo curioso es que tenía la sensación que jamás había tomado el sol de otra forma. ¿Era lo que ellos llaman "perfecto equilibrio físico o incluso moral"?. Antes de entrar en el agua, mi compañera se despojó de la parte de abajo del bikini, mostrando todo su cuerpo a quién quisiera mirarla. Varias miradas la recorrieron de arriba a abajo y de abajo arriba, de nuevo. Y ahí acabó la inspección. Nadie volvió a mirarnos más. ¿Decepcionados?.

  Si puede haber una sensación gratificante por si sola, sin duda, ésa es bañarse desnudo en el mar. Entras con la precaución de poder dañar aquel valioso "compañero" que llevas contigo, desprotegido, cabizbajo y acompasando sus movimientos con los tuyos para evitar daños colaterales. Sumergirlo en las aguas no es tarea fácil, aunque siempre te queda la sensación que flota más por la búsqueda de su auto salvación, que por el propio principio de Arquímedes. Cosas de la Física. Tratar de saltar sobre las olas, nadar de espaldas o hacer el pino pueden y deben ser actividades a evitar en los primeros momentos, hasta que has conseguido familiarizarte con el medio que te envuelve. Demasiadas emociones para un solo día.

  Después de varias horas en el Playa, recogimos todo lo que habíamos ido distribuyendo alrededor de la sombrilla, "encerré" mis vergüenzas en el bañador con el que llegué y desaparecimos con la sensación de haber descubierto algo maravilloso de lo que nadie nunca nos había hablado. Fiel a mis principios de preguntar más allá de lo permitido, cuando estuvimos sentados en el coche, le pedí a mi azafata rusa que me resumiera qué había sentido en aquel lugar y ella, con ese español dificultoso que tiene, haciendo gala de su poder de síntesis me dijo sonriendo <<¡¡ LIBERTAD !!>>.


  Justo entonces, sonó el despertador. Las siete de la mañana.

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  Todos los personajes, salvo yo, así como los lugares que aparecen, son fruto de mi imaginación. No existen en la vida real. O al menos yo todavía no he sido capaz de encontrarlos. ¡¡A seguir soñando!!.

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