viernes, 31 de mayo de 2013

Mi infancia más querida.

 Cuando todo parece teñirse de negro, cuando a uno le envuelve la más absoluta obscuridad, cuando todos los frentes parecen cerrarse, cuando no ves salida por ningún sitio, cuando cierras los ojos y te gustaría no abrirlos más, cuando ni desaparecer es ya una solución convincente, cuando ni las lagrimas curan la desazón de tu dolor,  encuentras en el espacio una luz tenue y suave, lejana, que te indica que sigues estando vivo. 
 Y al mirar esa luz de la que no puedes despegarte, descubres, sonriente, una época nunca olvidada, ciertos aromas de flores asilvestradas, una voz indefinida, unas manos temblorosas, unos ojos agrietados, una sonrisa delatadora, unos labios deseosos, un corazón enamorado. 
 Y cuando tratas de acercarte, nervioso y dubitativo, a esa luz, maravillosa, descubres que no ha transcurrido una  eternidad, tan sólo el pequeño instante de cerrar los párpados para besar, torpemente, esos labios afrutados.
 Y entonces, sólo entonces, descubres que la luz no es más que ese sentimiento de amor platónico que perdura eternamente.
 Y entonces, sólo entonces, descubres que la luz eres tu, mi infancia más querida.

jueves, 23 de mayo de 2013

El bombo de la Vida

     Anteayer me sometí a una pequeña intervención quirúrgica. Microcirugía Endolaríngea, creo que la llaman. Tratan de averiguar qué está produciendo esta afonía que me acompaña desde hace más de nueve semanas, porque con las cámaras que a uno le introducen por la nariz, han visto que hay dos pequeñas heridas, simétricas, que no catalogan de forma segura. A mi amigo Paco, el Otorrino, le tranquilizaba ver que había dos, pero a mí, que quieren que les diga, no me ha llegado a tranquilizar, al revés, pensaba que dos eran peor que una, será porque no tengo ni idea del tema. Pues bien, como decía, le duermen a uno enterito, todo lo grande que es y pierde toda noción del tiempo y del espacio. Una vez que el bueno de Nelson, el Anestesista, me introdujo en la vía un líquido milagroso y mientras Carmen me preparaba, me sumergí en un profundo sueño del que no regresé hasta pasado un buen rato. No sabría decirles cuánto. Y según me contó Paco, que se acercó luego a la cabecera de la cama número tres de la CMA, donde me habían ubicado Concha y Mari Luz, había limpiado completamente una de las cuerdas vocales inferiores, la derecha, porque por lo visto tenemos cuatro, dos inferiores, donde se articula la voz y dos superiores y de la otra inferior, la izquierda, había tomado una muestra para analizarla en Anatomía Patológica. Que el aspecto era bueno, pero .... Y te lo dicen como si fuera tan normal. !Joder!, te duermen un rato y te encuentras que estas pendiente que los Patólogos, Manolo y compañía, te digan si la herida que tienes es benigna o maligna, que si lo que han extraído es un papiloma de cuerdas vocales, que si estoy pendiente de extraer una bola del bombo de la Vida, del que un día mi gran amigo Miguel, el Internista, me comentaba cómo éramos agraciados a contraer cáncer, para entendernos. Pero oiga, que yo solo tenía una leve afonía, nada más.
      Y ahora tú tienes que mostrar la suficiente entereza como para asumir lo que te están transmitiendo y además hacerte, literalmente, el sueco, para que nadie comprenda que estas acojonado, permítanme la expresión, aunque lo estés. Realmente no sabes si tus familiares más directos, mi mujer en este caso, ya sabe que tienes un cáncer de laringe y disimula como si fuera la actriz más laureada de los Oscar, o si nadie quiere decirte la verdad por aquello que tiempo habrá para dar malas noticias, o si, realmente, nadie sabe nada como todos afirman. Mientras tanto, no te preocupes que verás como no es nada, no pienses ahora en eso, lo que sea será, hay que ser positivo, todo tiene cura, etc. Frases que deberían darte ánimo y lo único  que hacen es hundirte más en la miseria. Tan mala suerte iba yo a tener para sacar una bola negra del bombo de la Vida. Papiloma, me suena a la vacuna que se le pone a las adolescentes. Y buscas en Internet. Acudes al sabio de Google y pones "papiloma de cuerdas vocales". Y la acabas de cagar. Te habla de sexo oral, de posible derivación en cáncer laríngeo, de quimioterapia, incluso tienes imágenes en Youtube muy parecidas a las que Paco me enseñó mientras tenía yo metida la camarita en la fosa izquierda de mi apreciada napia. Y ahí estaban mis dos heriditas, simétricas, que ahora resulta que pueden ser papilomas. Y todo esto en tres días, como quien dice, porque al ser de la Casa, todo se ha hecho rapidísimo.
      Lo cierto y verdadero, es que son las tres y veinte de la mañana del Jueves, 23 de Mayo de 2013, día en el que me informarán, extraoficialmente, de qué es lo que tengo en mis cuerdas vocales. Yo que nunca he sido un jugador aficionado a los juegos del azar, salvo al cupón de la ONCE de los viernes y el décimo de la Lotería del Niño que compro en mi pueblo, Andorra, si, la de Teruel, por aquello que una vez tocó allí, me encuentro que estoy pendiente de extraer una bola del bombo de la Vida. No se sí será blanca o negra, pero vaya espera más desesperante, valga el juego de palabras. Por un lado quieres  pensar que es imposible, pero por otro piensas que por qué iba a serlo; por otro, cierras los ojos y te ves con la  traqueotomía hecha, que no se sí tan siquiera si hablamos de lo mismo y te viene a la memoria María, una celadora del Hospital a la que se la hicieron y que era, o es, Presidenta de la Asociación de Laringectomizados de Extremadura. Y es que la imaginación es libre y rapidísima. Y yo puedo engañar a las personas que me rodean, pero no puedo engañarme a mí mismo cuando trato de plasmar lo que siento en estos momentos. Y me viene a la cabeza mi gran amigo Simón, de Calamonte, a quién el cáncer pensó que podría arrebatárnoslo y resulta que con varios tipos, sigue luchando por vivir, y vive. Curiosidades de la vida, me acaba de llegar su solicitud de amistad en Facebook, que por supuesto acepto con enorme agrado. Y me vienen a la memoria, Osorio y Paquito Martínez, que ya no están entre nosotros. Mi "tito" Juan, el chino, y su elegante, donde las hubiera, hija Manoli. La que sería hoy mi suegra, Vito y la que fue, también, mi suegra, la señora Manuela. Nuri y mi queridísimo Felipe, el tio Mariano, mi vecino de toda la vida,.........Tantas y tantas personas a las que el bombo les otorgó una bola negra. En el otro extremo, afortunadamente, bastante personas que recogieron su bola blanca, pero quizás, sólo quizás, hoy están éstas más diluidas, más distantes, más lejanas. Me siento más cerca de las bolas negras y quisiera yo equivocarme, pero ..........
 








miércoles, 8 de mayo de 2013

Cuento Infantil



 
 
 

Mérida, 16 de Mayo de 2012

 
                Y el pequeño oso azul, cuyo parecido con el pequeño Sacul era, a juicio de su madre motivo de mofa al vestirlo por la mañana, se movió despacio, muy despacio, como si no quisiera que nadie en la casa supiera que era capaz de moverse por sí solo.  Abrió los ojitos y comprobó que todo estaba oscuro, por lo que dedujo que era de noche. O quizás las malditas persianas estaban otra vez bajadas y no entraba suficiente luz. Movió su cabecita hacia la derecha y observó que tampoco había ningún rastro de luz entrando por donde debería estar la puerta.

-Es la hora – pensó para sí.

                Cogiendo sus manitas a la cadena que sustentaba uno de los chupetes del pequeño, empezó a descender por ella hasta que fue capaz de apoyar el piedecito encima del cambiador. Ya había dejado atrás la estantería donde descansaba la mayor parte del día y donde permanecían, sin moverse, el resto de los muñecos que adornaban una parte de aquella entrañable estancia, la habitación del peque.  Una vez que fue capaz de acomodarse a la oscuridad que lo envolvía todo, empezó a ver las siluetas de las cosas que le rodeaban; la puerta de la habitación, la cama, el armario, las estanterías y la mecedora podían imaginarse gracias a la suave claridad que envolvía la estancia y que provenía del ventanal del rellano que le separaba de la habitación donde, plácidamente, descansaba su pequeño amiguito.

Ahora venía el tramo difícil puesto que tenía que saltar sobre la mecedora de IKEA. Respiró hondo, muy hondo. Cogió la necesaria carrerilla para salvar la distancia que le separaba y cayó encima del cojín colocado estratégicamente.  Volvió a respirar hondo. Como si de un tobogán se tratase, descendió por una de las patas de la mecedora y se encontró, de pronto sobre la tarima de madera.

                Cada noche, prácticamente a la misma hora, se repetía el ritual. Esperaba pensativo, sentado en el suelo, un ratito hasta que comprobaba que nadie había notado que estaba “despierto”. Todo seguía inmerso en la calma de la noche. El silencio era tan profundo que no lo interrumpía nada, ni nadie.  Se incorporó despacio, muy despacio hasta que fue capaz de apoyar sus dos patitas en el suelo.  Se dirigió hacia la puerta. Atravesó el umbral y se encontró en el rellano. De frente, la habitación donde debía ir.  La puerta entreabierta permitía entrar sin necesidad de moverla, lo que seguramente le hubiera descubierto alguna vez. Sorteó la hoja de la puerta a la derecha y la cómoda situada a la izquierda y se encontró en medio de la gran habitación.  El respirar fuerte, casi ronco, del padre de Sacul le asustó como cada noche.  No era capaz de acostumbrarse.  Aquí siempre hacía otra pequeña parada para comprobar que nadie había intuido su presencia.  Bordeó la cama, dejándola a su derecha y se encontró junto a la pata trasera derecha de la gran cuna blanca.  Con la habilidad que le permitía su pequeño tamaño, escaló la pata sin dificultad y se sentó sobre el edredón que cubría la cama.  Podía adivinar el bulto del cuerpo del pequeño.  Una sonrisa cómplice apareció en su carita.  Estaba, otra vez, allí, como cada noche.

                Gateó, como cuando un niño empieza a dar sus primeros pasitos, con el culillo en pompa, sorteando el cuerpo del niñito, para no despertarlo.  Bordeó la mantita con forma de perrito, la estrella naranja e incluso el rulito redondito, cosido por la tita Airam, para que no pudiera darse la vuelta mientras dormía.  Ya podía escuchar la respiración del pequeño y su corazón empezó a acelerarse al estar tan cerca.  Con mucha suavidad intentó introducirse debajo del edredón, pero algo inquietó a Sacul que se movió y emitió un suspiro profundo que no llegó a ser llanto.  Sabía que en poquísimo tiempo aparecería la mano de la madre buscando el chupe para tranquilizar al peque.  No podía perder tiempo y se apresuró a zambullirse entre las sabanitas.  Justo en el momento en que se acurrucó, la mano, movida por el cerebro dormido de la mama, buscó a oscuras el chupe y lo introdujo, magistralmente, en la boca del pequeño.  Se movió éste, justo para tranquilizar a la madre que continuaba con su descanso, despreocupada de aquel pequeño ser que usurpaba la cuna.  Mientras tanto, el padre, ajeno a cualquier movimiento, repasaba mentalmente, una y mil veces, la película de su vida.

                Introdujo su manita entre la de su amiguito y el pijama azul que llevaba esta noche.  Acercó su cabeza al pechito.  Sintió el palpitar tranquilo de su corazón y sus pulsaciones se sincronizaron. Cerró sus ojitos y se durmió, acurrucado, tranquilo, calentito y sobre todo, feliz.

                La música del despertador del móvil del padre de Sacul, comenzó a destruir el silencio.  Sabía que en pocos minutos el padre se metería en el cuarto de baño para ducharse, como cada mañana.  Era la señal para volver a su sitio en la estantería.  Cuando el padre saliera de la ducha, encendería la luz, buscaría con la mirada la cuna y se acercaría a susurrar al oído de su peque “SACUL cariño, llegó la hora del reloj Certina”.  Luego le daría un sonoro beso que obligaría a su madre a levantarse rápido de la cama diciendo, como cada mañana “Que tarde, que tarde, cada día nos levantamos más tarde.  Todos los días llego tarde al trabajo”.

                Pero para entonces, el pequeño oso azul estaría camino de la habitación donde luego vestirían a Sacul y nadie se habría percatado que, otra noche más, ambos habrían dormido juntos.

                Sin embargo aquella mañana la mamá y el papá de Sacul, le cantaron juntos “Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños feliz”

                Porque era su primer cumpleaños en familia.

                Y el pequeño oso azul sonrió justo cuando cerraba sus ojitos en la estantería donde pasaba la mayor parte del día.