La relación que mantengo con la Thermomix, esa fiel ayudante de cocina que recomiendo encarecidamente a todos aquellos que no sabemos cuantificar cuantos gramos son un puñado pequeño de sal, podría catalogarse como tormentosa, llena de amor y de odio al unísono, ¡como la vida misma!. Y yo, que siempre trato de ser lo más transparente posible, me explicaré.
Dos han sido las Thermomix que ya he tenido y dos las que se han despedido de mí.
La primera, la Thermomix modelo TM21, la adquirieron mis padres en Andorra, sí, la de Teruel, y nos la regalaron a mi primera mujer y a mi, al igual que lo hicieron a mis dos hermanos. Ellos, como debe ser, todavía conservan este legado familiar. Y la mía, en el momento de mi primera separación, prefirió quedarse con quién permaneció en el domicilio familiar, ¡qué casera!. No tuvo en cuenta, para nada, mis sentimientos hacia ella, la Thermomix digo, y me abandonó como si nunca nos hubiéramos visto antes. Ni tan siquiera se planteó aquello de ser fiel a tus raíces. Nunca más supe de ella. Le deseo lo mejor, por supuesto.
El iPad, la Thermomix y un servidor, vaya trio. |
La segunda, modelo TM31, se la regalé yo a quién fuera mi segunda esposa, como signo inequívoco del amor que sentía por ella. Y comenzó, por aquel entonces, un sentimental trio amoroso que nos acompañaba, incluso, en nuestros desplazamientos de fin de semana. Inseparables los tres. Así como con la primera no tuve apenas relaciones, con la Thermomix insisto, con ésta segunda mis "escarceos amorosos" eran cada día más frecuentes, e incluso llegué a innovar algún que otro preparado, asesorado eso sí por alguien que fue determinante en mi relación, "la Juani" de Ana de Sevilla, cuyo recetario os invito a seguir a pies juntillas y cuya "beatificación" habría que solicitar, por aquello de ayudar siempre al más necesitado. Pero como decía la buena de mi abuela materna, la tía Agustina, lo bueno, nunca es "pá cutio, Albinico". Y mi segundo matrimonio también terminó, al igual que mi "relación" con mi segunda maquina. El mismo día desaparecieron ambas. Cuando quise darme cuenta, ya se habían ido de casa. De la Thermomix, no pude ni despedirme. También le deseo lo mejor, por supuesto.
Y ahora, cuando empezaba yo a olvidarlas, resulta que sale al mercado la TM5, prodigio de tecnología, con la que incluso podrás "interactuar" ya que al poder pincharle un dispositivo externo, vía USB imagino, te irá pidiendo los ingredientes necesarios para finalizar con éxito el plato deseado. Como decía aquel ingenioso WhatsApp en el que podía leerse "los teléfonos no serán inteligentes hasta que no te digan yo no mandaría este mensaje", con la nueva Thermomix pasará un tanto de lo mismo, "yo no echaría tanta sal porque viene tu suegro a comer y no le sienta nada bien, ya lo sabes", te dirá con una voz armónica, o "no hagas menestra, que sabes que a Pablo no le gusta, haz arroz anda, no seas así", te sugerirá.
La verdad es que tiene un aspecto impresionante, espectacular con letras mayúsculas que diría otro, y me atraen, enormemente, sus curvas, su refinado estilo, su elegancia, su porte y su saber estar en todas y cada una de las encimeras donde quieras colocarla. Estilizada, actual, moderna y madura, son otros de los "piropos" con los que podría agasajarla. Y además dotada de "inteligencia" y con poder de decisión. No es tan molesta la "masturbación" a la que somete a sus presas y sobre todo, pasado un tiempo prudencial, el sonido estridente de finalización de trabajo, se "calla", para beneplácito de los tímpanos de todos los miembros del hogar. Claro que puestos a pedir, y en pleno siglo XXI, quizás podría pedírsele que tuviera una conexión WiFi, para conectarla a Internet, pero quizás sea esa la apuesta en otro modelo posterior. Quizás la TM2020.
Como el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra (y tres, y cuatro, y .....), creo que lo que estoy empezando a sentir por ella, por la Thermomix claro, podría catalogarse de amor, un amor puro y verdadero, una pasión incontenible y un deseo indescriptible. Así que tendré que poner otra cajita vacía de bastoncitos para limpieza de los oídos, en el cajón superior de la cómoda de mi habitación, etiquetarla como "TM5", justo al lado de donde ya tengo otra que reza "El coche de mis sueños - Citroën C5 Tourer" y empezar a ahorrar, echando las monedas sueltas que nunca sé que hacer con ellas, para tratar de hacerme con una.
Eso sí, entre Vds. y yo, ahora que no nos escucha nadie, a ésta, cuando la consiga, le grabaré yo en el vaso de acero: "Eres mía y solo mía" - Albino García Abellán".
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