Vaya por delante de mi reflexión de hoy, el más sincero de mis agradecimientos para todas aquellas personas que anteponen el desempeño de sus responsabilidades, profesionales o no, a su propia vida. A por todas, Teresa!!.
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Ahora que todo el personal habla sobre el ébola, me gustaría hacer un llamamiento a la calma, a la serenidad, o a la perplejidad, llamarlo como queráis, porque, desgraciadamente, "nadie se acuerda de Santa Bárbara, hasta que truena". Todos somos capaces de frivolizar sobre el tema y son muy pocos los que hablan con conocimiento de causa, aunque haberlos, afortunadamente, haylos, como las Meigas gallegas. Todos hemos escuchado los despropósitos de nuestros ilustres dirigentes, hemos recibido chistosos WhatsApp, que no me hacen ni puta gracia, por cierto, o hemos escuchado las imbecilidades de nuestros vecinos, que opinan de todo de lo que no deberían hablar. Ahora que la Selección de Fútbol está de capa caída, es el tema de conversación preferida de los taxistas para cubrir esas silenciosas carreras. Se habla más del ébola, que del tiempo, tema recurrente, donde los hubiera o hubiese, cuando uno no sabía de qué hablar con el que tenía enfrente. Pero somos así, ¡que le vamos a hacer!.
Cuando los muertos, porque no olvidemos que las personas se mueren de esta epidemia, eran "pobres negritos" de allí, de África, a nadie se le ocurría preocuparse por ellos. Teníamos demasiado problemas nosotros aquí. Incluso tuvimos la osadía, permitidme la licencia, de desafiar al destino, repatriando a cuantos españoles habían sido contagiados por el terrible virus. Para curarlos, claro. Y nadie, absolutamente nadie, se preocupaba si morían cientos de personas allí, en África. Ni que decir tiene de lo que nos importaba cuantos animales morían al mismo tiempo que sus dueños. Pero "el tiro nos sale por la culata" y pasamos de ser cazadores, a ser cazados por el ébola. Desgraciadamente se produce el primer contagio en nuestro territorio. Y todo se descontextualiza.
Aparecen cientos de indignados que se niegan a que sea sacrificado el perro de la pobre Teresa. Y seguramente tengan razón, pero yo no los he visto en ningún acto solicitando la solidaridad y ayuda humanitaria cuando los muertos eran sólo de allí, de África. Hay quien se atreve a afirmar en público, con dos cojones vamos, que está protestando porque su perro es "amigo" de Excalibur, que es como se llama el perro que quieren sacrificar. Que ambos, los canes, jugaban juntos en el parque que hay cerca de su casa. Y es que yo, con todos los respetos, esas estupideces solo las digo en mi casa, en mi intimidad más profunda, sin que nadie me escuche y sin que nadie compruebe, empíricamente, que cualquier perro es mas inteligente que yo, por supuesto y que el ochenta por ciento de las personas. Contrastado. Ya lo decía Pérez Reverte cuando afirmaba que "en España no cabía un tonto más". Pues estabas equivocado, Arturo. Como casi siempre.
Aparecen políticos de todas las "calañas", escurriendo responsabilidades para las que fueron designados y nos dan lecciones magistrales de cómo se justifica lo injustificable. Y entonces se enciende la batalla política, aquella que lo impregna todo, aquella que lo envuelve todo, aquella que ensombrece todo, aquella que casi hace que olvidemos que Teresa de debate entre la vida y la muerte, aquella que nos permite olvidar que allí, en África, siguen muriendo cientos de personas. Y unos piden la dimisión de quienes afirman que todo ha sido porque se ha quitado mal, supuestamente, un traje especial, que según otros, no cumplía con la normativa vigente. Y aquellos, que dejen de criticar y que aporten soluciones, para que los unos no tengan que decir no se qué sobre un master. Que si yo estuviera donde tu estás. Que si tu has dicho lo que yo no he oído. Vamos, lo mismo de siempre.
Y es que, con todos mis respetos, era como cuando las personas asesinadas vilmente por el atajo de terroristas que conforman la "panda" de ETA, se llamaban Pepe, Juan, Paco ó Antonia. A nadie, o a casi nadie mejor dicho, de la Sociedad Vasca parecía importarle los atentados. Todo cambió cuando además de los anteriores, en el punto de mira de los terroristas empezaron a aparecer individuos cuyos nombres eran Mikel, Antxon (según Google se escribe así), Aitor o Edurne. Sus vecinos, sin ir más lejos. Se produjo un giro de trecientos sesenta grados y empezaron a movilizarse públicamente cientos de sectores que hasta ahora habían permanecido, impunemente, en silencio. Y el problema, que hasta entonces se había visto lejano, se afincó en su espacio más cercano, empezó a "convivir" desgraciadamente, entre ellos. Incluso se pintaron las palmas de la mano de blanco, contrastando, paradojas de la vida, con el color de la piel de la mayoría de los muertos por ébola.
Quizás, quién lo sabe, el contagio de Teresa sirva para que dejemos de pensar que no es un problema nuestro, de todos; para que asimilemos que los muertos no sólo pueden ser, desgraciadamente, de allí, de África; para que comprendamos que la frivolidad con la que tratamos el tema no hace sino evidenciar nuestra ignorancia; para que asumamos que "cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar", por muy lejos que pienses que vive éste, de tí.